La identidad en la inmigración

Psicología y migración

La identidad en la inmigración

¿Qué puede variar y qué no de la identidad en el proceso migratorio?

«¿Se nace lo que se es
o se será aquello
en lo que se crea?..»
♥ Tres mil millones de latidos.
Jorge Drexler

La migración, hasta la más deseada y elegida libremente requiere atravesar una profunda crisis. Viene a poner a prueba la identidad, la cuestiona, sacude, desafía y según sean los cimientos traídos y las circunstancias encontradas será como se podrá atravesar la crisis que toda inmigración representa para salir más o menos reconfortado o dañado. Exige un gran trabajo de reorganización y elaboración psíquica de los duelos y vivencias de desamparo experimentados que los inmigrantes vamos apañándonos para realizarlos lo mejor que podemos.

La vivencia migratoria -como toda vivencia subjetiva- no puede tomarse como un aspecto aislado a la historia en la que surge o en la que se hace visible. Sino que se da en un interjuego de influencias entre las situaciones externas, capacidades internas para afrontar la migración, significado que obtiene, consecuencias que puede desencadenar y modos de elaborarla. “Frente a las mismas situaciones externas, la personalidad previa del sujeto, sus características psicológicas predominantes y su momento vital, determinarán que decida emigrar o no, y de hacerlo, la calidad de la migración que haga. Una situación de crisis personal puede motivar una migración, la que a su vez puede originar nuevas crisis». Grinberg y Grinberg.

La puesta a prueba de la identidad

«La identidad es un sentirse vivo y activo, ser uno mismo,
la tensión activa y confiada y vigorizante de sostener lo que me es propio.”
Erik Erikson

La migración representa un verdadero torbellino emocional. El inmigrante llega con su cultura a otro ámbito cultural con diferentes prohibiciones y aspiraciones, otros medios y métodos de comunicación que requerirán numerosos ajustes en el sentimiento de continuidad y mismidad en su doble vertiente personal y cultural, que forman parte de la identidad según el Psicoanalista Erik Erikson. Ajustes conscientes e inconscientes que permitan mantener lo que es esencial en uno sin renegar de los orígenes y enriquecerse con lo diverso y diferente. Puede provocar graves dificultades tanto dejar lo propio y genuino en su totalidad en pos de asumir lo novedoso y diferente como propio; como intentar permanecer idéntico al que unas vez fuimos antes de emigrar.

La identidad del inmigrante sufre desde cambios externos, observables por otros como las modificaciones en la documentación, tipo y número de DNI, apellidos y nacionalidad (que a veces exige renuncias a una anterior). También suele variar la lengua en la que expresarse -aunque compartamos el mismo idioma- los hijos nacidos en nuevas tierras, apátridas o de nacionalidades distintas a los padres. Todos éstos aspectos tendrán que poder ser acompañados por profundos cambios psíquicos que en el caso de transitar un proceso exitoso pueden llevar al sujeto a una mejor situación y alcanzar los objetivos conscientes e inconscientes que motivaron la migración. Pero a veces, el proceso puede fracasar o conducir a una profunda frustración, donde los cambios logrados son menos afortunados poniendo de relieve la incapacidad de producir cambios psíquicos que lleven a un mejor resultado el proceso migratorio.

¿Migrantes o emigrantes?

«Yo que soy el ES, el FUE y el SERÁ»
Juan I. Jorge Luis Borges

El inmigrante a diferencia de las aves migratorias que migran de manera cíclica en ciertas temporadas, con un objetivo compartido (la continuidad de la especie) a los mismos lugares y siendo parte de su bandada; vuela sólo – a veces con su grupo familiar cercano pero nunca todo su entorno- y se ve exigido a ocupar nuevos roles, a descubrir un lugar extraño y a ser mirado por otros ojos con mayor o menor disposición a aceptarlo como partícipe o miembro en la comunidad que lo recibe. Por eso la identidad en la inmigración sufre una gran contusión, ya que responde a ocupar lugares siempre en relación a otros.

La identidad no es sin un otro

«Mi vida esta aquí. ¿Mi vida está aquí? Mi vida está allá.
Mi vida no sabe dónde está, ni sabe nadar, y se está ahogando en el Atlántico»
 Mariela Michelena La vida son los miércoles.

La identidad se construye durante toda nuestra vida, siempre en relación a un otro, ya que está ligada a la interiorización de las diversas relaciones intersubjetivas. Tiene que ver con los lugares mentales que hemos ocupado para otros, el que se nos ha asignado, el que hemos podido desempeñar, el que hemos construido en una cultura en particular. Lugares en que nos han acogido desde donde nos han pensado y otorgado un nombre que nos identifica. Lugares que caracterizan nuestra existencia, roles en lo que nos reconocemos y nos reconocen, y es que la identidad tiene siempre su doble cara una cómo los otros nos ven y nos definen, la otra hace alusión a la manera subjetiva en la que nos vemos a nosotros mismos.

Las identificaciones en la identidad

«Somos una especie en viaje
no tenemos pertenencias sino equipaje
vamos con el polen en el viento
estamos vivos porque estamos en movimiento
nunca estamos quietos, somos trashumantes
somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes
es más mío lo que sueño que lo que toco»
♥ Movimiento. Jorge Drexler

La identidad se va construyendo a base de una serie de identificaciones, que implican conceptos psicológicos como la imitación, la empatía, la simpatía, el contagio mental y la proyección, pero resulta algo más profundo. La relación con los otros en la identificación tiene que ver con el lugar que ciertos rasgos de los otros ocupan para uno, el colega al que admiramos, el profesor que nos inspira. Nos identificamos con ciertos aspectos de personas o de objetos y al identificarnos los tomamos de referentes profesionales, morales, culturales, personales a los que queremos parecernos, de los que queremos aprender y en cierta medida nos reflejan algo de lo que queremos ser. Será a través identificarnos con ellos que podemos transformarnos.

En la experiencia migratoria nos vemos exigidos a desprendernos de ciertas identificaciones en pos de otras nuevas o reidentificaciones. Los inmigrantes redefinimos la identidad, tanto en relación con las sociedades receptoras, como con los lugares de origen. Para Odger Ortiz (2003) la redefinición de la identidad implica una negociación de la relación con los otros y la consecuente delimitación del lugar que el individuo podrá ocupar en una y otra sociedad de referencia.

Los ideales

«Te salgo a buscar quimera
mariposa de papel
te pienso seguir buscando la vida entera
soy un pescador de sueños
soy un catador de auroras
no cuento más que con mi empeño
y esta pluma voladora»
♥  Quimera -Jorge Drexler

El conjunto de identificaciones de un sujeto no forma parte de un sistema relacional coherente; así por ejemplo, dentro de una instancia como el superyó, (que es una de las instancias que conforman la personalidad descrita por Sigmund Freud y cumple funciones de consciencia moral, autoobservación y formación de ideales) se encuentran exigencias diversas.

Así mismo el ideal del yo (que es otra instancia de la personalidad descrita por Freud que constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse y que se encuentra en la construcción de los grupos humanos) se forma por identificaciones con los ideales culturales, que no siempre se hallan en armonía entre sí.» (Pontails-Laplanche)

Ideales personales y otros compartidos en una comunidad que pueden ser interrogados y de los que hará falta un gran trabajo discriminatorio entre lo nuevo y lo viejo que de lugar a mantener unos y modificar otros pero que indudablemente requieren un gran trabajo en la migración. No es de extrañar la sensaciones de pérdida de puntos de anclaje y confusión que pueden estar presentes en las vivencias migratorias.

Lo invariante de la identidad en la inmigración

«Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir honrar la vida» ♥ Eladia Blasquez 

La identidad presenta también un elemento invariante, que es producto de la cultura de origen y no se disuelve por el contacto transcultural. Estos aspectos invariantes sirven de cimiento a otros que requieren modificarse y adaptarse a un nuevo lugar. En el doble trabajo que el inmigrante necesita realizar de des-identificación y de re-identificación lo invariante actuará de base sólida en la que otorga seguridad. En los peores casos la base falla y puede dar lugar a diversas formas patológicas de identidad o un desarrollo falso, no pudiendo atravesar la crisis que toda migración implica pasando a dar lugar a diversas manifestaciones de sufrimiento que requerirán ayuda profesional.

El ser inmigrante

«Puedes creer, puedes soñar
abre tus alas, aqui esta tu libertad
y no pierdas tiempo, escucha al viento
canta por lo que vendrá
no es tan difícil que aprendas a volar»
Aprender a volar. Patricia Sosa

Sabemos que el proceso migratorio no termina nunca y pasa a formar parte de la propia identidad, del ser inmigrante. Seres que andamos por el mundo cargando maletas interiorizadas que un día transportaron nuestros anhelos para ser hoy quienes somos. Sujetos que arrastramos historias y vivencias que nos han dejado su huella y transformado profundamente. Hoy podemos pararnos, mirar atrás y ver lo caminado, el lugar de donde hemos venido y volver la cabeza adelante para ver la dirección en la que nos llevan hoy nuestros pies. Para eso contamos con nuevos deseos que como faros nos irán marcando el rumbo, siempre mental no necesariamente geográfico. Deseos que nos llaman a seguir creciendo, aprendiendo y transformarnos en lo profundo de nuestra identidad con las experiencias que aún nos toquen vivir.

Bibliografía de referencia:

Erikson, E (1968) Identidad, juventud y crisis. Buenos Aires. Paidos.
Grinberg, L. y Grinberg, R. (1984). «Psicoanálisis de la migración y del exilio». Alianza Editorial, Madrid.
Odgers Ortiz, O. (2003) Migración, identidad y religión. Les cahiers Alhim, Amerique Latine historie y Memorie. 

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