Ser padres después de Mary Poppins
La infancia – Mary Poppins con ojos de madre

La tarea de ser padres -también denominada parentalidad – puede ser muy gratificante, pero no está exenta de dificultades. No existen recetas infalibles, ni manuales generales que puedan darnos respuestas infalibles para todos los interrogantes que se plantean durante la educación y el cuidado de los hijos.
La implicación de los padres con respecto al niño despierta todas las resonancias inconscientes, así como al niño que uno mismo fue. Aparecen deseos, recuerdos, anécdotas de la infancia de los propios padres, que afectan de alguna manera su relación con los hijos.
Todos hemos sido hijos, por lo cual, tenemos ideas sobre aspectos que querríamos transmitir a nuestros hijos. Hemos jugado de niños y fantaseado durante el embarazo (o la espera en adopción) con nuestro nuevo rol parental a desempeñar. Puede que hasta nos hayamos prometido y perjurado que no repetiríamos ciertos aspectos de nuestros padres. Ante los cuales, puede que hayamos tenido que replantearnos la cuestión, o dedicar grandes esfuerzos a la labor, misión que más de una vez se pueda haber complicado más de la cuenta erradicar.
Por eso mi objetivo en este blog de psicología para padres no consiste en enumerar consejos expertos, ni recomendaciones científicas para la crianza; que las hay de todo tipo y color. Sino ofrecer un espacio de reflexión sobre temas recurrentes que se presentan durante el desempeño de las funciones parentales, que espero despierte el interés e invite al intercambio.
Funciones que no vienen garantizadas por los lazos sanguíneos ni reconocimientos filiatorios, sino que se construyen y desarrollan en ese encuentro íntimo, único de crianza y educación que se genera entre cada padre y/o madre (o quien hace las veces) con cada hijo. Familias que, más allá de sus diversidades, continúan siendo la fuente de sostén, seguridad, transmisión de pautas, modelos educativos y de socialización.
Cuando pensamos en funciones parentales no podemos dejar de lado aspectos que hacen al contexto social, económico, familiar, educativo, cultural, el estado de salud de los distintos miembros de la familia y los apoyos de los que disponen, que matizarán la singularidad de cada grupo familiar. Pero, desde mi mirada como psicóloga psicoanalítica privilegiaré aquellos aspectos subjetivos del núcleo familiar, los lazos, los vínculos que se establecen entre unos y otros que pudiesen obstaculizan o propiciar un mejor funcionamiento de la familia en todas sus composiciones hoy existentes.
No nacemos siendo padres, sino que nos hacemos junto a nuestro primer hijo/a. Ellos nos confrontan, nos convocan a adaptarnos, a desarrollar una mayor sensibilidad para conocerlos y respetarlos desde su singularidad, para acompañarlos en su desarrollo. Nos interrogan en algunos aspectos y nos confirman en otros, nos vamos haciendo en la función junto a cada uno de nuestros hijos. Durante este reto de ser padres interrogarnos, buscar alternativas y pedir ayuda – cuando es el caso – son señales de una gran valentía y responsabilidad para la crianza y educación de nuestros hijos.
Lo animo a descubrirse, a escucharse, a entender las emociones que le acompañan en el encuentro con sus hijos para que, más que cumplir obligaciones logré jugar a ser el mejor padre que pueda ser.
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