Alegato por una maternidad menos idealizada

Mira lo que has echo. Berto Romero y Eva Ugarte

La maternidad ha estado y sigue de otro modo, sumamente idealizada, pero cada vez son más las mujeres que se animan a mostrar sus diferencias en la manera de vivir la maternidad, donde no siempre resulta color rosa. “Tener hijos es perder calidad de vida”, “Desde que soy mamá no cuento con tiempo para leer en tranquilidad, darme una ducha tranquila, escuchar la música que me gusta, ni vestir de blanco…” Son sólo algunos ejemplos de entre muchos más.

maternidad idealizada

En estos tiempos donde lo visual ocupa un lugar protagónico, contamos con producciones audiovisuales que recogen algunos de aspectos femeninos que se transforman con la vivencia de la maternidad. Presentimientos, Mira lo que has hecho, The Let Down, Workin´Moms, Tully. son algunos ejemplos.

En ellos vemos a madres que se enfrentan a las exigencias e imposiciones actuales. Mujeres de las que se espera que por un lado, sean profesionales brillantes, vayan al gimnasio y se muestren alegres y jóvenes. Pero por otro lado, sean capaces de cuidar a sus hijos, y por supuesto hagan todo rápido, y bien. Y lo más importante, ¡que sean felices! Dando cuenta del gran reto que supone ser madre en éstos tiempos y que pone de relieve, los siempre presentes, sentimientos ambivalentes para con la maternidad y para con los hijos.

La identidad en la maternidad

El puerperio es una etapa de gran confusión para la madre. Donde más allá de las transformaciones evidentes de su cuerpo se enfrentan al desafío de satisfacer las necesidades del lactante, sintonizar con él para responder adecuadamente con la urgencia desesperada del recién nacido. Son llamadas a conocerlo, dedicarse a él, a dejar pospuestas muchas otras cosas de su identidad como mujer.

Gradualmente, en la medida que el niño crece, deberá enfrentarse a la reorganización de algunos espacios suyos en una búsqueda siempre personal para conciliar las exigencias de la pareja, familiares, laborales y sociales.

La maternidad es un tiempo de transformaciones profundas en la identidad, de renuncias y ajustes, que en la madre que ha puesto en escena su cuerpo se viven con mayor intensidad. Los padres tampoco pasan de rositas por esta etapa, pero en este escrito me ocuparé de ellas.

Las transformaciones intensas de la identidad de la mamá en el postparto pueden experimentarse con gran confusión, convirtiendo el urgente retorno al trabajo en una «tapadera» de emociones desconcertantes, de las que no siempre se tiene consciencia. Dejar al niño en la guardería que suele ser una decisión aceptada socialmente -cuando se cuenta con otras opciones- puede esconder debajo aspectos desconcertantes en torno a la maternidad.

El torbellino emocional que acompaña a la mujer en el proceso de ser madre cuando no puede compartirse o expresarse puede dar lugar o incrementar cuadros ya presentes que afectan la salud mental: Baby Blues (estado transitorio de tristeza en el postparto), depresiones puerperales y psicosis puerperales. El Baby Blues tiende a remitir y el resto de estos casos, la ayuda profesional debiese estar siempre disponible.

La conciliación en la maternidad

El retorno al trabajo requiere de una fase de adaptación progresiva, que puede llevar consigo grandes miedos, preocupaciones y dilemas. Aunque reciban apoyo de sus parejas y familiares, finalmente son las madres las que se sienten avocadas a buscar soluciones de compromiso sobre si quedarse o no en casa con sus bebés y durante cuánto tiempo. Son ellas las que asumen, en gran parte, todas las expectativas depositadas en la maternidad.

la ambivalencia en la maternidad
Eduardo Noriega y Marta Etura

Estos cambios puede venir acompañados por sentimientos de culpa y/o ansiedad no siempre conscientes en la madre, cansancio, y los niños pueden manifestar diversas complicaciones transitorias. Suele ser frecuente que los niños alteren sus hábitos de sueño, alimentación, se enfermen repetidamente, etc. Situaciones que remiten en la mayoría de los casos gradualmente.

Así como es trascendental para un niño que el mundo -representado por sus padres- frene un poco la velocidad, para acompañarlo en su proceso de descubrimiento e incorporación al mismo. También lo es que mamá vuelva a ocuparse progresivamente de otros aspectos que forman parte de su identidad, profesión, salidas en pareja, espacios de ocio o deporte. Para un niño ver que sus madres se apasionan con aspectos de la vida, se interesan por algo más allá de ellos también los alimenta tanto como la leche materna.

Eso no quiere decir que todo vuelva a ser como antes y que la mamá pueda seguir su rutina y compromisos como si nada hubiese pasado. La llegada de un hijo lo cambia todo, y por eso nos genera tanta risa – entre otras emociones- vernos reflejados en las múltiples escenas disparatadas presentadas en las series. Hasta el más esperado embarazo y deseado bebé viene con regalo sorpresa. Es decir, llega a modificar hasta la manera que teníamos de ver el mundo y nos convoca a adentrarnos en un viaje a lo desconocido de él bebé que se incorpora y de nosotros mismos como madres y padres.

Maternidad y paternidad

psicología perinatal

Las exigencias y mandatos de la sociedad actual no acompañan esta etapa crucial de desarrollo del bebé ni este trabajo de reorganización psíquico que demanda a la madre la maternidad. Que el niño permanezca en casa hasta el ingreso a la escuela obligatoria, se ha vuelto una especie de extinción. Y que un padre esté dispuesto a participar y muestre deseo e iniciativa para hacerlo, sorprende más aún, aunque poco a poco vayan conquistando derechos para disfrutar de estos espacios.

Hay padres que están muy pérdidos en lo que se espera de ellos ¿acompañar?, ¿ayudar? Otros se han arremangado y puesto en tarea, dándolo todo y arriesgándose a embarcarse de lleno en su paternidad. Otros sienten que han quedado relegados y le exigen aún más a su pareja
-no siempre de un modo consciente- por medio de reproches, críticas y reclamos. (¡Mira como está la casa!, ¡Porqué no te cuidas!, ¿Tú no sabes lo que es estar fuera todo el día trabajando?)

A pesar de estos inconvenientes muchas madres -y padres – se las ingenian para disponer de tiempo para estar con sus hijos, mirarlos, hablarles, verlos crecer, acompañarlos en sus aprendizajes y compartir sus juegos.

Maternidad y culpa

Maitena

El psicoanalista Daniel Stern señala a la realidad política y financiera actual como principal responsable de la presión y sentimientos de culpabilidad que se dan con frecuencia en las madres, a las que se pone en una situación, tan falsa como insostenible: por un lado la sociedad pretende apoyar y sostener a la familia, pero por otro, impide a los progenitores la conciliación de la vida familiar en el plano económico. Así, la sociedad tal y como está planteada dificulta a la madre equilibrar sus distintas identidades, obligándola con frecuencia a sacrificar alguna faceta. En este sentido Stern desculpabiliza a las madres de su propio malestar, pues en su opinión, no es más que un reflejo de un problema más general del resto de la sociedad.

Ser madres en el siglo XXI

Tenemos grandes retos pendientes con la maternidad. ¿Cómo nos ocupamos de la infancia sabiendo que los primeros años dejarán su huella para el resto de su vida? ¿Cómo acompañamos a las madres – o a quienes cumplan su función – para que puedan disponer de espacios de encuentro repetidos con sus hijos y puedan ocuparse de su cuidado sin tener que delegar mayormente sus funciones parentales?

Ante esta circunstancia conservamos nuestra capacidad de posicionarnos frente a las imposiciones de cada época. Podemos sumarnos ciegamente o tomar distancia, en la medida de lo posible y las situaciones particulares de cada familia. Evaluar prioridades, desechar exigencias superfluas, elegir dentro de las circunstancias singulares en que vamos a invertir nuestro tiempo y nuestras fuerzas.

Decidir si estamos dispuestos a reservarnos un espacio para construir y descubrir las propias funciones parentales, sabiendo que no estamos ante una tarea sencilla. Donde lo importante no será ser una madre perfecta – si esto realmente existe- , que sigue a pie de la letra las últimas recomendaciones de crianza, va al Gym y pasa el día con una sonrisa impoluta. Sino mas bien poder ser una madre capaz de dejarse espacio para conectar con sus intuiciones, emociones e impresiones que como un faro la orienten en su propio modo de vivir la maternidad.

Los hijos no necesitan una madre que todo lo pueda o todo lo sepa sino una madre que se permita jugar y que sea capaz de encontrar sus propios modos de improvisar ante las innumerables situaciones que la vida de su hijo le demande. Una madre capaz de empatizar, mirar, hablar y escuchar. Sin perder de vista que el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos es el tiempo compartido con ellos. Y que sabe que hay épocas para unas cosas y otras para otras.

Desidealizando a la maternidad

Ya no podemos idealizar la maternidad como panacea y pura felicidad ni esperar ingenuamente que los niños vengan con un pan bajo el brazo, garantes de felicidad, dinero, trabajo, suerte, y muchas otras cosas. Sino más bien, llegó la hora de mirarlos como son, sólo niños. Ni más, ni menos. Niños que nos traen la oportunidad de sorprendernos, de mirar el mundo nuevamente con ojos de la infancia y de crecer como madres junto al desarrollo de ellos. ¡Del resto, en todo caso, nos tocará ocuparnos a nosotras!

Alegato por una maternidad menos idealizada
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