Niños que se niegan a salir en pandemia – Mami, ¡no quiero salir de casa! –

Preguntas frecuentes: ¿Existe algún síndrome por el cual los niños no quieren salir de casa ? Los niños prefieren quedarse en casa, como que han encontrado un sitio seguro y de tranquilidad. Algunos no quieren ni ir al cole en pandemia. Este artículo surge a consecuencia de una breve entrevista que me realizaron en la televisión pública canaria. Muchos han sido los comentarios y mensajes que me han echo llegar, por lo que me pareció interesante compartir algunas reflexiones al respecto.

Los niños en pandemia

Quisiera empezar este texto remarcando que es importante comprender que la situación excepcional que estamos atravesando repercute inevitablemente en los niños y también en los adultos. Puede traer dificultades o manifestaciones provisionales o duraderas que no las podemos leer aisladas del contexto que atravesamos. Algunas de estas manifestaciones pueden resultar protectoras, necesarias, en la adaptación. Otras puedan agravarse. Aún atravesamos la pandemia y desconocemos que nuevas situaciones se nos podrán presentar.

Una situación manifestación que nos encontramos repetidamente tiene que ver con el tema que nos convoca en este post y es a la negativa a salir de casa cuando las medidas de protección lo permiten. Si bien de manera puntual, uno puede entender que no siempre apetezca o que haya niños más caseros que otros, vemos que en ciertos casos se vuelve una conducta recurrente que preocupa a padres y madres. Otros han dejado de asistir a clase largos períodos con todas las consecuencias que esta situación puede acarrear. Me referiré a cuando es posible salir y el niño no quiere, por supuesto que también hemos pasado por situaciones inversas donde algunos niños han pasado – y pasan- muy mal la prohibición de salir de la casa.

El miedo

La negativa a salir de casa en principio podemos pensarlo como manifestaciones normales ante el miedo, que en algún momento puede manifestar cualquier niño – y adulto – al retomar un ritmo de vida después de un período de confinamiento, aislamiento, estancia vacacional…. Hablar de síndrome simplifica la cuestión dándonos una imagen aparentemente clara, pero excesivamente limitada y que deja por fuera la singularidad de cada niño y de cada familia. Lo coloca al niño como central de una problemática que lo excede en muchos casos. Nos puede llevar a perder de vista que el sufrimiento humano es complejo y que en él se entrecruzan la historia singular y el desarrollo psíquico del niño, de su familia, pero también toda la implicancia, social, económica. Esta pandemia no es sólo sanitaria.

El componente subjetivo del miedo

El miedo es una emoción básica universal que tiene su función crucial en la supervivencia y que nos ha permitido este tiempo de incertidumbre e imprevisibilidad, registrar el peligro, estar en alerta y tomar medidas protectoras. En el miedo siempre hay un componente subjetivo, ante situaciones “objetivas o reales” que pueden ser compartidos. No todos respondemos de igual manera, ni lo percibimos de igual modo, ni contamos con iguales recursos psíquicos ni redes de apoyo sociales para enfrentarnos ante los sucesos. Por eso, ante la negativa de un niño a salir de casa habrá que poder comprender que puede estar mostrando con esta negativa. Tendremos que darnos un tiempo para intentar comprender a que responde en cada niño el síntoma en común, la negativa a salir.

La negativa a asistir al cole es una situación que siempre estuvo ligada a situaciones de ansiedad de separación, experiencias de bullying, fobia escolar…. En algunos casos, situaciones que afectan al desarrollo de los recursos yoicos de los niños, que han estado de alguna manera larvadas, pueden encontrar una vía de expresión con la situación actual.

Salir después del confinamiento

Para salir no se trata de «no tener miedo a nada» – lo cual puede resultar peligroso – , sino que implicará poder convivir con cierto margen de miedo soportable, que nos permita flexibilizar nuestras acciones pudiendo mantener las medidas de autocuidado. Un miedo con angustia en límite tolerable, sin llegar al pánico abrumador e incapacitante. Pero, cuando ese miedo toma otras dimensiones, estereotipado, catastróficas, con grados de angustia mayores puede que estemos ante estados panicosos, fóbicos, agorafóbicos… ansiosos, ansioso depresivos…

Dejar la casa – la cabaña – implica una cierta renuncia a un ensimismamiento, a un trato diferente de los adultos ajenos a la familia, desenvolverse con sus propios recursos o desarrollarlos, gestionar pequeños conflictos con su iguales, compartir, esperar… Quedarse en casa de manera prolongada exige ciertas renuncias, no es inocuo.

Dejar la “zona de confort”

Volver a salir después del confinamiento que hemos atravesado no es fácil, hay cosas que ya no pueden ser, otras tendrán que esperar o se han visto modificadas. Hay familias realizando un intenso trabajo de duelo, atravesando una gran incertidumbre ante el futuro… los niños son parte de esto. Realizar la adaptación y aceptación de todo esto lleva un gran trabajo psíquico, de un cierto repliegue narcisista. Para poder pensar, organizar, priorizar y retomar rutinas, horarios, obligaciones…

Quedarse en la cuevita puede parecer tentador – y de echo muchas personas han experimentado un cierto alivio al no tener que continuar con algunas de sus actividades – pero a costa de una renuncia importante. Por ejemplo, en los niños que no asisten al cole de manera prolongada, habrá que valorar con mucha cautela la singularidad de cada situación, porque aunque en algún caso pueda ser una medida oportuna, puntual, puede no resultar inocua para el desarrollo psíquico y social futuro de los niños.

Los efectos de no salir

No podemos pensar las dificultades de un niño sin incluir a su familia, su entorno, so contexto social y cultural. Los referentes adultos transmiten, no siempre conscientemente, sus miedos, angustias, expectativas, duelos arrastrados. A veces nos encontramos con familias que desacreditan todo lo que no es la familia, critican sistemáticamente a la escuela, la sociedad donde habitamos… No podemos pensar que no tenga alguna repercusión en los niños. Los niños captan muy bien por ejemplo, que si salen la angustia de alguno de sus padres se dispara y se restringen en sus necesidades de crecimiento para protegerlos. Pasa de ser el que protege en vez de ser el protegido.

Pienso que podría darse la situación de que un niño se sintiese depositario del único foco de infección posible para la familia generando una gran angustia y culpa. Que, aunque no fuese el caso, ya que los padres continúan trabajando o yendo a comprar… sabemos lo complejo de la transmisión de este virus. Un virus que ha tocado un aspecto profundo en los seres humanos como es el lazo social, la pertenencia a grupos, que iremos conociendo sus efectos en el transcurrir del tiempo.

La familia

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La familia es fundamental para que el desarrollo psíquico tenga lugar, sus funciones de sostén y contención que posibilitan la incorporación de un sentimiento de seguridad en los niños resulta transcendente. Pero no siempre, ni en todos los casos los niños encuentran en casa un espacio de tranquilidad y seguridad. Quedarse en casa no siempre significa estar acompañado. La idea de que en casa es un sitio seguro desgraciadamente no siempre es así, vemos niños que de este modo quedan expuestos en escenarios de violencia, negligencia, abusos… por ejemplo aislados de las posibilidades que los agentes sociales que pudiesen intervenir y ayudarles. Sin pensar en los casos más críticos permanecer en el mundo endogámico de manera sostenida priva al niño o adolescente de desarrollar aspectos que tienen que ver con su autonomía y que formarán parte de su identidad.

En este contexto excepcional de pandemia que estamos viviendo nos encontramos muchas veces con personas adultas que no están en condiciones de sostener a los niños, porque a veces, a duras penas se sostienen a ellos mismos. Pero, es necesario intentar acompañar a los niños de la mejor manera posible, ya que los niños necesitan de personas adultas para saber que el mundo está bien, para anticipar lo que sucederá – tan complejo en estos tiempos – aunque sea a corto plazo, para tener ciertos espacios de tranquilidad y de cuidado.

No se trata de culpabilizar a los padres, sino ayudarles, ofrecerles espacios, servicios para contener su angustia y de este modo contar con mayores herramientas de sostén de sus hijos. Se trata de un entramado complejo en donde ningún padre elige estar enfermo, en duelo, deprimido, con preocupaciones o incertidumbre laboral o ante el futuro. Aquí las medidas gubernamentales y de los agentes sociales, educativos… resulta crucial.

La escuela

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El colegio no es un mero transmisor de conocimientos. La experiencia nos demuestra que la escuela on-line resulta insuficiente… La escuela representa el espacio de encuentro con pares, con los diferente, lo diverso (edades, culturas, creencias, clases sociales) con los que aprender a convivir. Es transmisora de pautas sociales fundamentales para la vida en sociedad. Es el espacio en el que poder gestionar problemas situaciones, expresarse, compartir, esperar el turno, tolerar la frustración de no ser el único…. Reforzar la autoestima, desarrollar capacidades, la autonomía, entre otras.

La escuela les permite a los niños tener un espacio diferenciado al del hogar donde mostrarse, hay niños a los que ser bueno en lectura o en matemáticas les enriquece en su valoración personal en su autoestima y esto es un factor protector ante la situación de impacto que atravesamos. El espacio de juego que establecen los niños, su forma de expresarse y relacionarse es muy distinto al mundo adulto. Juntos se apoyan en los miedos, transitan etapas, comparten impresiones, vivencias en cuanto al virus. Los niños de la escuela de hoy serán los futuros científicos de nuevos tratamientos y vacunas….los futuros ingenieros, maestros, músicos… No todo lo bueno está en casa.

Acompañar a los niños

Es verdad que la escuela no siempre es fácil. Para algunos niños la escuela les representa un gran esfuerzo de concentración, atención, memoria.. a los que habrá que buscar modos de acompañarlos. En este tiempo de pandemia, de convivencia sostenida con la incertidumbre y el estrés, las capacidades cognitivas pueden verse mermadas, en algunos casos. ¿No nos pasa a los adultos que con mayor preocupaciones, estrés, ansiedad, tristeza vemos afectadas nuestras capacidades de rendimiento cognitivo? A los niños les sucede también. Un niño en duelo, con el trabajo elaborativo psíquico que el duelo representa de adaptación a lo perdido no está en las mismas condiciones.

No se trata de obligar, tampoco de quitar valor, tampoco de culpabilizar a los padres sino de ofrecerles recurso medios en los que sostener en este tramo. Estamos ante síntomas que pueden tener raíz en multiplicidad de factores y en la interacción siempre singular de aspectos emocionales, psíquicos, sociales, económicos, familiares… políticas públicas ajustadas a estas nuevas necesidades. Todas estas posibles repercusiones de la no asistencia a clase me las planteo en el caso de que está opción es posible y el niño se niega a asistir. Evidentemente cuando todos los niño se vieron en la coyuntura de quedarse en casa la situación puede variar y veremos, tal vez pasado unos años, los efectos de todas estas medidas que tuvieron que tomarse en relación a la pandemia, sobre todo en aquellos países donde mayor interrupción de la escolarización ha habido o hay.

¿Cómo ayudar a los niños que no quieren salir durante la pandemia?

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  • Entendiendo que atravesamos un momento complejo niños y adultos que nos requiere una adaptación a aspectos novedosos y desconocidos. Con respecto a la negativa a salir pienso que es fundamental poder despejar en cada caso desde su singularidad que representa para ese niño quedarse en casa. ¿Lo quiere él o sus padres? ¿Teme dañarles trayendo el virus? ¿Siente que mamá si él va al cole no saldría de la cama? ¿No se siente con herramientas para desenvolverse en el mundo?
  • Generar diálogo, escucharlos, intercambiar impresiones, no temer el no poder dar respuestas, no saber o experimentar también emociones de tristeza e incertidumbre.
  • Favorecer la expresión de emociones y validarlas. Animar a compartir a qué teme el niño, qué imagina que puede pasar. No es fácil hablar con los niños, escucharlos sin adelantarnos a consolar su angustia. Entenderlos, ponernos en su lugar en las situaciones que demandan más ajuste emocional también en los adultos. Para que el desarrollo psíquico tenga lugar no basta que el niño distinga las emociones que existen, sino que pueda sentirse reconocido y validado en sus propias emociones. Los niños sufren, sienten en clima emocional y necesitan que se habiliten canales de encuentro e intercambio emocional. A veces es complejo cuando uno como padre atraviesa momentos de angustia, incertidumbre, duelo.
  • No imponerle el “no debes tener miedo” como mandato exigente e ineficaz, sino transmitirle que lo entendemos que tenga miedo y que vamos a ayudarlo a que pueda hacer algo con ese miedo. Podemos dibujarlo, jugarlo, los niños lo hacen en ese encuentro grupal instantáneo que se da… “¡Coronavirus buahhhhh!” cantan en grupo, lo dibujan acorralado por pompas de jabón o vacunas…Hay niños que pueden estar sobreestimando el riesgo y subestimando sus habilidades para enfrentar los problemas.
  • No obligarlo, no castigarlo y mucho menos compararlo con un hermano u otro amiguito, pero sí animarlo de manera gradual a realizar pequeñas salidas. Si bien alguno de los espacios que resultaban seguros hace un año atrás hoy están pautados, parques cerrados….espacios de actividades deportivas y lúdicas canceladas. Podemos centrarnos en lo que sí podemos hacer, en las herramientas que tenemos para protegernos y compartir la añoranza por lo que tenemos que postergar para más adelante o resignar. En esto los adultos podemos ayudarlos a que poco a poco se vayan animando a recuperar algunos contactos de forma segura.
  • Ayudarle a descubrir o resaltar lo que si puede hacer para cuidarse, relatar aspectos tranquilizadores que le devuelven un cierto margen de acción propio, un posicionamiento de autocuidado, que lo empodere sin enceguecerlo del peligro. No es lo mismo vivir las cosas como restricciones que nos imponen de fuera limitantes que sentirse parte activa y comprometida en este tramo de transito hasta tiempos mejores.
  • Darle información clara, escuchar que sentido él le da. No exponerlo a sobre información, ni mantenerlo en una burbuja ilusoria. Hasta los Reyes magos a pesar de su magia tuvieron que alterar su cabalgata y colocarse barbijo. Los niños ven, sienten….
  • Procurar el mantenimiento de sus vínculos con los iguales, siguiendo las indicaciones necesarias y con los medios disponibles. Promover vínculos familiares y sociales. Complejos, restringidos, que requieren nuevos canales de encuentro, pero necesarios. Hay padres que no toleran separaciones – seguramente ligada a aspectos de su historia – no participar de todos los espacios de sus hijos, controlar su mochila… es necesario pedir ayuda en estos casos, por los niños y por los padres. No hay recetas infalibles de crianza, ni padres perfectos.

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Señales a las que estar atentos

  • Tristeza persistente y constante. Apatía.
  • Comportamiento agresivo sobre sí mismos o los demás.
  • Retracción continua. «niños que están como metidos para adentro» Evitan conversaciones, perdida sostenida del interés en actividades con las que disfrutaban. No querer hacer nada. No querer jugar.
  • Somatizaciones. Caída del cabello, alergias, dolores persistentes de estómago, dolores de cabeza sin causa clara.
  • Movimientos involuntarios o TICS. Moverse de modo extraño.
  • Dificultades sostenidas e importantes en la regulación del sueño. Insomnio o sueño todo el día.
  • Dificultades en el control de esfínteres.
  • Miedos y terrores sostenidos.
  • Ideas o percepciones extrañas. Ver cosas que no existen, escuchar voces…

No es fácil para un padre/madre ver sufrir a un hijo… si fuese este el caso siempre debiese estar disponible una ayuda profesional.

Entrevista realizada por Eva Trujillo en el programa Atlántico Noticias de Radiotelevisión Canaria, el día 15/1/21.

Gracias a la autorización de @sentipensamientos  · Arte para compartir su precioso trabajo.

Niños que se niegan a salir en pandemia – Mami, ¡no quiero salir de casa! –
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